La Compresión de Realidades-Prólogo

Ragnar-año 1008-Bosque de la Calma.

El Bosque de la Calma había sido siempre un sitio tranquilo y pacífico, de ahí su nombre. La luna colgaba del cielo, iluminando la noche, silenciosa testigo de los aciagos acontecimientos que ocurrieron aquella noche. En las profundidades de este bosque se libró una batalla que acabaría decidiendo el destino del mundo entero. Apoyado en un árbol el jóven espadachín guardaba el mas absoluto silencio. Cansado de haber estado luchando durante tres días sin apenas descanso, el factor sorpresa era lo único que podría salvarle. El espadachín agarraba firmemente su arma, y tenía los ojos cerrados, concentrándose en localizar a su enemigo, aunque la lucha le estaba pasando factura. Su pelo castaño estaba sucio y enmarañado, sus ropas, antes del blanco mas puro, ahora estaban raídas y ennegrecidas. Lo único que hacía ver que no era un mortal cualquiera, eran sus ojos azules ,de un brillo que sólo un inmortal podría tener.

El silencio se rompió por el sonido de una rama que alguien había pisado. El jóven cogió su arma y se puso en guardia.
-Tranquilo Uriel, soy yo.-Otro hombre, poco mayor que el espadachín Uriel, apareció de entre los árboles. Iba ataviado con la misma indumentaria que el espadachín, una armadura ligera de cuero y un abrigo largo blanco con el símbolo de un ave en color oro en la espalda. Su larga melena negra caía sobre sus hombros, y sus ojos verdes como esmeraldas brillaban a la luz de la luna. En su mano descansaba una gran lanza negra de tres puntas.
-Rackzel, no aparezcas asi-dijo en susurros.Le miró con detenimiento-Estás horrible-dijo con una sonrisa.
-Mira quien habla-le devolvió la sonrisa. Se sentaron y volvieron a ocultarse entre los árboles, aunque con sus armas preparadas. Se quedaron en silencio un buen rato, pensando en todo lo que había pasado recientemente. Uriel observó a su amigo. Rackzel intentaba ocultar su abatimiento pero no era posible. Uriel rompió el silencio:
-¿Estás pensando en Siela?
-¿Tanto se me nota?-respondió Rackzel con un deje de ironía.
-No ha sido culpa tuya, nadie podría haberlo evitado.
-Eso no me anima mucho. Mi mujer ha muerto, da igual si es mi culpa o no. Sé que estamos en mitad de una batalla muy importante pero no puedo evitar recordarla.
-Es posible que, tanto para bien como para mal,esta noche muramos. Pero te prometo algo, esta noche, vengaremos a Siela...de una forma u otra.
-Nuestra última batalla hermano.

Una voz salió de entre los árboles:-Desde luego que la última.-De repente los árboles de alrededor fueron fulminados por llamas negras. Un hombre ataviado con una túnica negra con varios símbolos arcanos dorados apareció flotando ante los dos amigos. Su pelo era rojo, como el más intenso fuego y sus ojos carmesíes no mostraban sino un frenesí incontrolable del que ama la batalla por encima de todo. A diferencia de los dos guerreros, este hombre estaba sin un rasguño. Apuntó su espada de obsidiana hacia los dos hombres:-Combate final:Último asalto-dijo sonriendo.

-Esto acaba aquí, ¡Salamiel!.-amenazó Uriel, y se lanzó con una velocidad sobrehumana sobre su enemigo. Rackzel le siguió y de una voltereta se puso tras Salamiel. Los dos amigos atacaron sin cuartel, sincronizando sus ataques lo mejor que podían, pero el cansancio ya era demasiado. Salamiel podía parar sin problemas sus ataques. En un rápido movimiento, Salamiel propinó una patada a Rackzel que le envió varios metros despedido hacia los árboles. Este perdió el conocimiento al golpearse la cabeza con uno. Ahora todo dependía de Uriel.

-¿De verdad crees que dos simples Ángeles pueden compararse al Rey Demonio?-se burló Salamiel.
Uriel no devolvió la provocacion, siguió atacando. El combate se alargó durante varios minutos más, en una sucesión de rápidos golpes ningún combatiente consiguió dar el golpe de gracia. Uriel ya no podía más, solo le quedaba una opción.
-Como ya dije, para bien o para mal, moriré esta noche-pensó en voz alta.-¡Pero tú te vienes conmigo!.-Unas enormes alas blancas brotaron de la espalda del Ángel. Uriel empezó a dibujar en el aire un símbolo arcano mientras pronunciaba unas palabras en un idioma desconocido. Salamiel sabía lo que le esperaba e intentó huir, sin embargo, era tarde. El hechizo alcanzó al Demonio y su cuerpo empezó a congelarse lentamente. Mientras el hielo se extendía por su cuerpo observó a Uriel con desprecio:

-¿La "Prisión Eterna"? Eres un estúpido. Esto puede encerrarme para siempre, pero este conjuro lo puede romper cualquiera con el suficiente poder.
-Ya tengo a alguien que se encargará de que eso no suceda.
-Morirás, es un hechizo demasiado potente.-dijo serenamente el demonio. Uriel no contestó, simplemente se limitó a esbozar una leve sonrisa y después cayó inerte al suelo.

Unos momentos mas tarde...

Rackzel despertó desorientado. Le sangraba la cabeza y estaba algo mareado. Se sentó para recuperar fuerzas, pero se dio cuenta de algo."Un momento, el combate...ya no oigo el sonido de las espadas"pensó. Cogió su arma y buscó a su amigo siguiendo el rastro de árboles caídos, fruto del combate que habían tenido durante tres interminables días. Al final encontró lo que buscaba, pero la escena fue devastadora para sus ojos. Salamiel estaba encerrado en la "Prisión Eterna", pero su amigo estaba muerto, debido al esfuerzo que requiere el sortilegio. No sólo ha tenido que enterrar a su mujer, sino también a su mejor amigo. El hombre que había salvado a la humanidad y había acabado una guerra que llegó a durar un siglo, estaba muerto. La humanidad nunca sabrá el enorme sacrificio que hizo este noble Ángel. Tras enterrar a su amigo y darle los honores que merecía, Rackzel escondió el cuerpo del Rey Demonio y desapareció del mundo sin dejar rastro...


500 Años después-Caverna de los Recuerdos.

Era una noche tormentosa. La lluvia incesante y el frío calaba hasta los huesos. Dos figuras caminaban bajo este temporal y se pararon en frente de una cueva. Una de las figuras se acercó a la entrada y se quitó la capucha. Su pelo, rubio y bien peinado estaba impoluto a pesar del temporal.Se colocó las gafas y observó al fondo.

-Están aquí,no hay duda.-dijo con voz suave.
-Pues, ¿a qué esperamos?-dijo el otro hombre. A diferencia del primero este era más tosco.Su pelo negro estaba completamente mojado y le caía por la cara, disimulando la mirada asesina que ocultaban sus ojos azules. Llevaba una chaqueta de cuero negra, unos pantalones de igual color y una camiseta blanca. De su cinto colgaba una gran espada.-Quiero acabar ya el trabajo.-dijo exhibiendo una sonrisa de lo más macabra.
-Supongo que para un Demonio como tú esto es de lo más normal, pero que para preservar la tregua tengamos que venir un representante de cada raza para cumplir un encargo de asesinato...
-Castigo, angelito.-le interrumpió el demonio.-Esto no es asesinato, es justicia.
-Si así lo quieres ver...-dijo el Ángel claramente disgustado por la actitud de su acompañante.
Continuaron adentrándose en la cueva hasta llegar al final. Una enorme sala se expandía ante ellos. Estaba llena de Manantiales de Memoria, los cuales guardaban los recuerdos de aquellos que se adentraron alguna vez en la cueva y quisieron dejar constancia de lo que habían visto. En una esquina, había dos siluetas acurrucadas una junto a la otra.

Los dos amantes estaban abrazados. Habían aceptado su destino. Se limitaron a observar en silencio a sus verdugos.
-Lo siento, pero sabeís que está prohibida vuestra relación. Esto pone en peligro nuestra tregua con el Infierno. Un Ángel y un Demonio no pueden estar juntos.-dijo el Ángel con gafas. Los amantes se miraron una vez más, y se susurraron al oido sus últimas palabras:"Te quiero"
-Bah,ya estoy cansado de esta cursilería.-dijo el Demonio. Desenvainó su espada y ejecutó a los dos fugitivos. El Ángel miró para otro lado mientras el Demonio se ensañaba con los cuerpos. De pronto se dio cuenta de algo, lo que de verdad les había traído hasta aquí:

-Un momento...¿Dónde están los niños?