Las gotas de agua caían despacio en el regazo de Penelope,
se había sentado debajo de uno de los arboles que todavía tenían estalactitas
de hielo que se iban derritiendo por el efecto del calor del sol, que había
decidido alegrar los últimos momentos de la tarde, antes de dejarle paso a su
eterna compañera y que todo se volviera tinieblas. Era extraño ver el sol en el
pueblo de Benken, su proximidad con las fumarolas de azufre hacía que el sol
siempre estuviera oculto por grandes nubes de gas, y por lo tanto, ya no solo
era difícil ver el cielo, sino que la luminosidad del pueblo estaba muy
disminuida, volviéndolo lúgubre y oscuro
Por eso, este momento era especial para Penelope, era un
momento lleno de luz, que poder disfrutar, y aunque el efecto de las heladas se
podía sentir en el ambiente, el calor del sol permitía soportarlo, es más,
ambas sensaciones contrarias, frío y calor, resultaban hasta agradables.
No pudo durar mucho, las luces del crepúsculo se fueron
apagando poco a poco dejando a Penelope en la oscuridad, y la agradable brisa
que había mientras todavía había luz, se convirtió en un viento desagradable
que se metía hasta los huesos. La gente empezó a moverse a sus casas porque la
jornada laboral ya había acabado, y era el momento de volver con las familias,
y poder recuperarse del duro día trabajando en el campo, esto hizo que las
luces de las casas empezaran a centellear, el humo empezara a salir por las
chimeneas y las calles quedaran desiertas, exceptuando a la pequeña joven que
se resistía a abandonar su puesto, por mucho que bajaran las temperaturas.
Tiro de las mangas para volverlas guantes y exhalo con
fuerza para calentarse las manos, mientras se ponía de cuclillas y empezaba a
tiritar.
-¿Piensas morirte de frío? –pregunto una voz tímida desde su
espalda.
Detrás de Penélope se encontraba una niña, no mayor que ella,
de unos 9 años. Sus cabellos purpuras se batían con el viento nocturno, en sus
ojos solo había preocupación, verdes y profundos, miraban fijamente a su
hermana mientras se colocaba mejor el abrigo que había traído consigo.
-Tu… no… lo entiendes –dijo entrecortadamente Penelope, a
causa del frio. –Tengo que esperar a ver una estrella fugaz, tengo que
aprovechar que el cielo está despejado, o perderé la oportunidad.
-Y ¿para qué quieres ver una estrella fugaz?
-Tengo algo que pedirle.
Penelope, miraba al suelo mientras su hermana, la
contemplaba presa de la pena, se dirigió hacia ella y la abrazo, justo cuando
las primeras lágrimas salían de su rostro y se precipitaban hacia la nieve del
suelo.
-Zoe, tú no lo entiendes, tengo que hacerlo, tengo que
hacerlo…
-¿Por Mama?
Zoe se adelanto a su hermana y ambas se quedaran en el sitio
quietas, expectantes, esperando a que la otra continuara, pero solo se oía la
respiración ambas, y el ruido del abrigo al ser movido cuando Zoe lo pasaba por
encima de Penélope para compartirlo.
-Que pidas un deseo a una estrella fugaz, no hará que mama
se ponga buena…
-¡¡¡¿Y QUE PUEDO HACER ZOE?!!! ¡¡¡NO QUIERO VERLA IRSE!!!,
¡¡¡NO QUIERO VERLA MORIR!!!... la quiero mucho…
Las últimas palabras se quedaron en el aire como un susurro,
y Zoe miro al cielo y dijo:
-Ojala tuviera el poder de curar todas las heridas, de sanar
a todos los enfermos, de que nadie tuviera que morir si yo estuviera cerca…
tener el poder… el poder…
-¿El poder de desafiar a la muerte? –Dijo un hombre con tono
calmado y aterciopelado que se apareció detrás de ellas y que como un fantasma
hizo salir su voz de ninguna parte.
-¡¡¡¿Quién es usted!!!? –Pregunto Penélope, con un tono de
voz en su alarma, mientras se ponía delante de su hermana para protegerla.
La figura era aterradora, surgida de la noche, ni siquiera
sus pisadas se notaban en la nieve, tenía un gesto altivo, una mirada de líder,
el pelo blanco y un detalle que lo volvía antinatural, unas enormes alas negras
que le salían de la espalda. Pero eso no era lo que hacía que las hermanas
estuvieran temblando de miedo y que quisieran huir, aunque estuvieran inmovilizadas
por el terror, no era eso lo que producía que Penelope quisiera gritar y Zoe
llorar… ese horror era producido por los ojos de esa figura, que las miraba con
malicia y deseo, unos ojos más rojos que la sangre que parecían iluminarse en
medio de la noche.
-¿Yo?, Yo soy quien puede salvar a vuestra madre, quien
puede sacaros de esta aldea sin futuro, para que alcancéis un destino
superior…YO SOY EL QUE PUEDE DAROS EL PODER DE VENCER A LA MUERTE… yo soy
Arkham –Y su nombre hizo temblar la tierra de todo el valle y que se
estremecieran dos jóvenes corazones.
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