Bienvenidos rondadores de las sombras de nuestros sueños.

Seguro que en este momento os estáis preguntando la finalidad de esta página.

Es sencillo, somos un grupo de soñadores que desean entretener al lector con sus historias y compartir sus mundos imaginarios con aquellos que deseen pasar un rato disfrutando de aventuras escritas por nosotros mismos.

Con la finalidad de pasarlo bien, os invitamos a que os adentréis a "Origen de la Realidad" y espero que nuestras historias te enganchen y nos veamos a menudo. Se bienvenido.

sábado, 7 de abril de 2012

Black Death. Capítulo 4. El perdedor que mira al paraíso.

Las pisadas de unas botas verdes se perdían a lo largo del fastuoso pasillo. Se encontraba prácticamente en penumbras, solo iluminado cíclicamente por las luces blancas de emergencia, que avisaban que en ese momento la fortaleza se encontraba en fallo eléctrico y que se disponía de la energía mínima. Llevaban tres días en fase de ahorro de energía y no tenía pinta de que se fuera a solucionar en un breve periodo de tiempo. Estatuas de mármol blanco que muestran antiguas glorias de directores de la prisión, observan al trajeado andante, el último en ocupar el cargo, en el momento más crítico que ha sufrido la imponente fortaleza Black Death. 

El director entra en su despacho y se hunde en su sillón preso del agotamiento y la frustración. Resopla con fuerza y con desgana, abre uno de los cajones del escritorio y coge un puro. Es una sala enorme, de forma circular, en la que en el centro se encuentra un escritorio que parece controlar toda la prisión por medio de múltiples pantallas de video, en este momento totalmente apagadas y por multitud de controles, muchos de ellos con función desconocida incluso para el propio director. Al fondo de la sala se encuentra un enorme ventanal que permite ver todo el “Paraiso”, no solo permite ver sus calles y edificios, se puede ver también su podredumbre, su decadencia y su descomposición. El director activa un mecanismo tocando uno de los botones del sofá y cientos de engranajes oxidados empiezan a sonar, forzándose como si fueran a reventar toda la estructura en cuestión de segundos. La sala gira sobre sí misma dando una nueva orientación a la estancia y permitiendo al director ver el ventanal directamente desde su escritorio y bloqueando cualquier acceso a la sala.

Va hacia la ventana, mientras juguetea con su puro y al aproximarse ve su reflejo, el de un hombre joven, estatura media, trajeado de arriba abajo y mirada cansada, muy cansada, de aquel que ha visto muchas cosas. Debería sentirse afortunado por no presentar apenas mutaciones en el cuerpo, solo un pelo blanquecino que contrasta con el resto de la edad que aparenta y unos ojos rojos, siempre vigilantes. Solo presentar esas variaciones corporales y no tener un brazo de más o una cabeza de menos era un milagro, pues había varios afectados en la ciudad con “síntomas” terribles. Saca un mechero antiguo y lo enciende contemplando la luz de la llama, acerca su puro, prendiéndolo y toma una gran calada, para después escupirla a la ventana como si escupiera a toda esa ciudad de patéticas marionetas. Cuando el humo del cigarro se dispersa puede ver otro reflejo además del suyo y alterado con una velocidad y reflejos sobrehumanos, desenfunda algo parecido a un revolver de la parte interior de su chaqueta. El intruso permanece quieto, apoyado en la pared contraria a él, mirándole con ojos inexpresivos, al igual que su cuerpo, el cual no se puede expresar con palabras; una masa purpurea deforme, cercana a la humanoide, que parece estar disolviéndose en liquido y en vapores, sin presentar una forma demasiada corpórea, lo único distinguible son los ojos, ojos que realmente parecen los de un cadáver, que no miran a ninguna parte.

-Eres tú. –dice el director resoplando- Hoy no estábamos citados.

-Nunca estamos citados, dices que si le pidiera cita a tu secretaria moriría del susto.

Un tono monocorde sale de esa masa al pronunciar las palabras, no lo ha dicho con pena, ni con alegría, no había ningún sentimiento impreso en esa frase. Las palabras no parece tener un orificio por el que salir, sino que resuenan en al ambiente, y mientras, cambios de forma acompañan a las palabras, cambios en número de apéndices, de volumen, viscosidad, como si fuera un lenguaje corporal que nadie podría entender y mucho menos hablar,excepto aquellos con un "cuerpo" semejante al del visitante.

-Tienes razón… te preguntaría por dónde has entrado, pero supongo que para alguien de tus… -reflexiona un momento- características, un muro no supone un obstáculo.

-Ellos se están impacientando, dicen que estás perdiendo el tiempo.

-¿Tú crees que pierdo el tiempo?

-Yo no creo nada, yo no creo en nada

El director mira a su huésped con desprecio, recordándole cosas de su pasado que deben mantenerse ocultas bajo la superficie y que no deben salir bajo ningún concepto. Se sienta en sillón y junta las manos por encima del escritorio y comienza hablar, despacio, pero con fuerza e intensidad, para que cada palabra se le quede grabada a esa masa asquerosa y putrefacta que se atreve a venir a decirle como deben hacerse las cosas.

-Escucha con atención y abre las orejas… si las tienes, claro. No pienses ni TU ni ELLOS, que soy un simple peón es esta guerra, yo soy la mente y el cuerpo de esto y seré yo quien marque el compas de esta actuación, porque el que al final se quedara recibiendo los aplausos mientras el telón del anfiteatro se cierra no seré más que yo. Y ya que soy yo el que está jugando, el que estuvo el día en que todo cambio y dado que soy el único cuyo dolor hace que esta maldita fortaleza se encamine al destino marcado, creo que debo ser yo el que DECIDE ¡CUALES! ¡¡VAN!! ¡¡¡A SER!!! !!!!SUS PASOS!!!!

La masa recibiendo las duras palabras retrocede hacia la pared fusionándose con ella y empezando a volverse más intangible, comenzando a penetrar a través de ella, atravesándola. El director lo mira fríamente, gira sobre su sillón y le da la espalda mientras pronuncia unas últimas órdenes de despedida.

-¡PRESO 3-XA-OMEGA!, antes de volver a los "infiernos" pasa por el "limbo" y deja flores a mi mujer y a mi hija, ¡¡¡no hagas preguntas y no protestes!!! O eliminare lo poco que queda de tu existencia.

No era una amenaza, sino una advertencia de lo que seguro haría de no cumplir con lo exigido. Y la masa no tarda en desaparecer completamente de la estancia y lágrimas amargas acaban apagando el puro mientras el que lo ha visto todo, el gran perdedor, no tarda en desmoronarse y dejarse llevar por el dolor de todas las personas que ha perdido y la ira por las personas que se las han arrebatado.

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