Todos
los supervivientes se habían asentado en uno de los cuatro rascacielos más
altos de la ciudad. Aunque eran bastantes, unos trescientos, no eran muchos
comparados con los diez millones de habitantes que tenía esa ciudad en su
momento. La Compresión realmente había sido horrible para la Tierra,
seguramente porque, a diferencia de Ragnar que está preparada para contener
magia y asimilarla, la primera carecía de capacidad para asimilar grandes
cantidades de poder. Al menos esa era la teoría de Lust.
Se
encontraba en la planta 23 que habían habilitado como enfermería y la tenían
como sanadora al saber de su magia. Bueno, más bien fue Sanae quien se lo
encomendó. No terminaba de hacerle gracia encontrarse con ella, pues desde que
llegaran a la ciudad Albel no la había hecho ni caso. Bueno, ahora lo
importante era sanar a los heridos. No podrían irse hasta que no volvieran Rack,
Neil, Dorian y Sephirken así que más valía mantenerse ocupada. Puede que cuando
acabara le pidiera a Sorthen que empezara a adiestrarla.
El
mago centenario por su parte estaba ayudando a montar una barrera mágica
alrededor del edificio para que no pudieran atravesarla aquellos que no fueran
humanos. Ese tipo de hechizo de reconocimiento en una barrera era muy
sofisticado y le llevaría algo de tiempo prepararlo. De todos modos también
preparó un hechizo de aviso como el de su casa para saber cuándo llegarían los
demás compañeros y permitirles el paso.
Por
último, Albel se encontraba en la planta más alta donde aquellos que habían
decidido proteger a los supervivientes y supervisados por Sanae habían
establecido su base de operaciones. Eran cosa de veinte, la mayoría civiles que
no querían quedarse quietos ante la situación o que por su forma física les
habían arrastrado a formar parte de este grupo, luego también había un par de
ex – policías y un militar. Sanae y Albel se estaban poniendo al día.
-¿Por
qué te marchaste?- preguntó la joven.
-Porque
ya no podía aprender más de Víctor. Además, Rack prometió ayudarme a encontrar
lo que estoy buscando.
-Sabes
perfectamente que Víctor es de los hombres más poderosos del mundo. No seas
arrogante Albel, no has aprendido ni la mitad de lo que él quería enseñarte.
Albel
pensó en su antiguo maestro. Temblaba ante la idea de que esos ojos azul
celeste le desarmaran con una simple mirada. Podía ver claramente a su mentor
con su melena negra cayéndole por los hombros, mientras tomaba su taza de té y
pensaba en los castigos más horribles para el joven fugitivo. No importaba lo
fuerte que se hubiera vuelto Albel, jamás conseguiría superar a su maestro y lo
sabía. Del mismo modo que sabía que no podría volver a abandonar al hombre que
le había criado y convertido en el guerrero que es hoy. Ya le costó demasiado
irse la primera vez.
-¿Y por qué no me llevaste contigo? ¿Y a Rukio?
No sabes lo cabreado que está. No ha parado de seguir haciendo trabajos con los
Cazadores para encontrarte y darte una paliza.- También podía vislumbrar a su
hermano de cabello rizado, enmarañado y negro. Su expresión de hombre adulto en
un rostro de niño aparecía en la mente de Albel como si le tuviera delante.
Siempre practicaban juntos y nunca hubo un vencedor en sus peleas. Echaba de
menos esos tiempos.- Sé que no somos hermanos de sangre ninguno de los tres y
que Víctor no es nuestro padre biológico, pero somos una familia.
Deberías contar con nosotros cuando nos necesites.
Deberías contar con nosotros cuando nos necesites.
-Lo
siento Sanae, no quería involucraros en esto. Sólo buscaba mi pasado y no
teníais por qué correr peligro por mí.- dijo Albel mientras agarraba la mano de
la joven a la vez que ella le acariciaba el rostro con la otra.
-Te
lo he dicho, somos una familia. Tus asuntos, son los nuestros también.
-Gracias
pequeña…
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Lust
terminó su trabajo en la enfermería y se fue directa a buscar a Sorthen, quizá
ya hubiera acabado con su trabajo. Descendió a la planta baja donde el mago
estaba preparando las barreras mágicas para proteger el edificio. El enorme
vestíbulo estaba vacío, así lo había pedido el mago para que le dejaran
trabajar en condiciones. Se encontraba sentado en el mostrador de información,
o lo que quedaba de él, tomando una taza de la bebida que solía tomar.
-No
sé por qué, pero me da la sensación de que sabe fatal.-dijo Lust sonriendo.
-Tienes
razón, es horrible. Pero sin esto no duraría dos días-respondió el mago mientras
daba otro sorbo. Lust se sentó a su lado.
-¿Y
eso?
-Estoy
enfermo y esta medicina me permite vivir un poco más.
-¿Qué
te pasó?- el mago se quedó bebiendo mirando al vacío. Estaba claro que este
tema no era de su agrado y a pesar de que la curiosidad era más grande que el
sentimiento de culpa, Lust se disculpó por meterse donde no debía.
-No
es necesario que te disculpes, sólo me han asaltado los recuerdos del pasado.
Por desgracia las memorias se almacenan en la misma región del cerebro que los
hechizos, por eso no me he atrevido a manipularlas. Pero aprendí una lección de
esto: nunca le des la espalda a nadie, ni siquiera si le amas.- una sonrisa
amarga asomó a su rostro mientras miraba los curiosos ojos rojos de Lust.
-¿Te
traicionaron, entonces?
-¿Qué
tal si nos ponemos con el entrenamiento?- cambió de tema rápidamente.-Empecemos
por un combate amistoso, a ver qué sabes hacer con tu magia. Y ni se te ocurra
ser blanda conmigo.
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-De
modo, que Rukio y tú estáis llevando a los supervivientes a Aquaria.- dijo
Albel.
-¿Qué
mejor lugar que la ciudad de la Magia?-respondió Sanae.
Albel
había estado allí antes. La gran ciudad sumergida en el mar, protegida por una
cúpula y donde se hallaban las mentes más brillantes del momento apareció en su
memoria. Aún recordaba los buenos momentos que pasó en el mercado de la ciudad
con Rukio y Sanae y la de cosas que aprendió. Realmente, era de los lugares más
seguros para llevar a los supervivientes de la Compresión.
-¿Vosotros
que vais a hacer ahora?- quiso saber la joven.
-Nos
dirigimos al monte Sunleth, el asentamiento central de los Enanos. Sabemos que
un gran número de Demonios se dirige hacia allí. Los están reuniendo de
nuevo.-Albel bajó la mirada.
-¿Los
objetos del Sello?- una expresión de terror apareció en el rostro de Sanae. -¿Están
locos?
-No
sé cuál es exactamente su objetivo pero Skeith está implicado, de modo que debo
detenerle.- Albel ocultaba un motivo algo más oscuro que para su hermana no
pasó desapercibido.
-Albel,
los dos sabemos que tu intención no es detenerle. Quieres vengarte y aunque lo
consiguieras saldrías perdiendo igualmente.
-¿A
qué te refieres?
-Víctor
me dijo que el control que tienes de la Bestia varía según tus sentimientos. Si
le matas lleno de odio y rencor, tomará el control…¿es eso lo que quieres?- le
cogió de la mano.- Por favor, prométeme que te controlarás cuando te enfrentes
a él.
Lo
había notado. Rackzel le enseñó a controlar a la Bestia (así le apodó él mismo)
pero sólo durante un breve periodo de tiempo. Aún así, de vez en cuando le
acosaba en sueños. Su mirada carmesí estaba cada vez más cerca, lo sabía pero
la sensación de poder que le transmitía era como una droga que le atraía y a la
vez le aterraba, pues gracias a la Bestia, había cometido los mayores crímenes.
-Sólo
puedo prometerte que no saldrá de Sunleth…
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