Bienvenidos rondadores de las sombras de nuestros sueños.

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Con la finalidad de pasarlo bien, os invitamos a que os adentréis a "Origen de la Realidad" y espero que nuestras historias te enganchen y nos veamos a menudo. Se bienvenido.

martes, 10 de enero de 2012

Black Death. Capítulo 3. Cacería en los conductos.

Clink, clink… las gotas de aceite se iban derramando por la cañería hasta alcanzar el suelo. La luz era tenue, el olor era penetrante, metálico y apestoso, las corrientes de aire ensordecían la angosta tubería, mientras, circulaba por en medio un pequeño cauce de líquido putrefacto y viscoso. Unos ojos muy quietos estaban en la oscuridad, expectantes, buscando una presa. Un “IKK”, delato a una rata a unos pocos metros. Lo siguiente que se oye es al animal retorciéndose de dolor y a la cazadora que recupera su cuchillo del moribundo animal, mientras se guarda su alimento. Se ha movido tan rápido como un relámpago, sin ni siquiera tocar la base de las tuberías, se encontraba abierta de piernas solo apoyándose a los lados y continuaba manteniendo esa posición, más propia de un artista circense que de una muchacha adolescente, todo su cuerpo estaba totalmente rígido, notando cada uno de sus movimientos y viendo como sus pies cedían ante la deslizante superficie metálica y su cuerpo sufría convulsiones por las horas sometidas a esa innatural postura, sin haberle proporcionado nada de sustento. Todo ese esfuerzo era necesario, el mínimo chapoteo alejaría a potenciales presas y atraería a peligrosos depredadores. Aunque ya no podía más.

Prácticamente sin pensarlos sus músculos se relajaron y tocaron el fangoso suelo de la tubería y nada más hacerlo su cuerpo volvió a tensarse por unos ruidos provenientes de todos lados. Lo malo de cazar en los conductos era que tu oído podía ser una herramienta de doble filo, podía adelantarte sonidos producidos por objetivos muy lejanos, pero era difícil determinar la localización de estos, ya que el eco de las tuberías hacía que un simple chapoteo fuera una ensordecedora señal proveniente de todas partas. Y eso en este caso era una ventaja, porque por el sonido de las tuberías era un grupo grande y pesado el que se acercaba, ahora era la presa y ellos los depredadores. Para poder diferenciar una rata de un monstruo de alcantarilla, solo por el ruido que generan al moverse, se necesita una gran experiencia que te permita distinguir los sonidos y su lejanía de tu posición… aunque por muy fino que tuvieras el oído, era imposible saber por dónde podías escapar, ya que el sonido retumbaba por todos lados. Y desgraciadamente… estaban cerca.

Los pies doloridos y cansados por el esfuerzo de estar manteniendo el cuerpo sostenido sin tocar el suelo, ahora pasaban factura y por mucho que el peso que tuvieran que aguantar fuera pequeño, la desnutrición hacía que fuera una titánica tarea, y sin embargo ahora tocaba correr más que nunca. No solo porque si la alcanzaban perdería los esfuerzos de todo el día, aunque fuera una miserable y seguramente enferma rata, perderla implicaba poner en peligro su supervivencia y la de los suyos, sino que si la alcanzaban, ella sería parte del banquete de esos monstruos. Correr era la única salvación, el laberinto de conductos no ofrecía ningún buen escondite, a menos que midieras lo mismo que una rata o que fueras capaz de atravesar cual fantasma los tubos. Y el problema es que lo llamaban el laberinto de conductos porque era muy sencillo perderse en una desviación y acabar con una reja en frente que te bloqueaba el paso o mucho peor, con un desagüe hacía el exterior, lo cual era una muerte segura. Correr sin tener claro a dónde dirigirte por un laberinto, sin que puedas tener muy claro por dónde vienen tus captores son muchos riesgos y al final el agotamiento se hace con el cuerpo, porque la voluntad es fuerte, pero la carne es débil, y el desfallecimiento llega a las cansadas extremidades de la asustadiza presa que acaba precipitándose contra el lodo que corre por las cañerías.

Jadeando medio ahogada se gira para intentar levantarse, pero ya no le quedan fuerzas para nada. Al mirar al cielo implorando, ayuda este le responde con una exclusa de aire colocada a varios metros sobre su cabeza. Para llegar a ella se necesitaría un salto colosal, y desgraciadamente no estaba en las condiciones para ello. La joven busca desesperadamente algo que le sirva de apoyo, pero los conductos están tan desolados como siempre, hasta que por uno de los extremos del conducto aparee una forma monstruosa. Tiene una forma antropomórfica, pero su cuerpo es dos veces el de un hombre adulto, sus músculos están exageradamente desarrollados y porta un par de brazos extra más adecuados a los de el tamaño natural de un ser humano, que parecen diminutos en comparación a su otro par de brazos que parecen armas de aniquilación, tan grandes y de apariencia tan férrea como una viga de acero, que se tensan para arrancar a la carrera contra su víctima, mientras vocifera exaltado para atraer a sus hermanos hacía la reciente encontrada presa

Cualquier persona racional, ya habría aceptado que la muerte era inminente, y el miedo a morir le habría consumido hasta paralizarlo o matarlo. Pero los moradores de Black Death, ya están muertos, en el fondo nunca han estado realmente vivos, con lo que la idea de perder la vida es algo tan normal como respirar, simplemente es parte de este mundo. Por lo tanto la presa se rebela contra su captor, lanza una mirada desafiante y se ajusta correctamente su mochila casera donde guarda su propia presa y espera impaciente el momento oportuno.

Por el otro lado del conducto llegan un par más de criaturas, prácticamente clónicas a la primera, pero tendrán que esperar a que esta termine su acometida, ya que será la primera en llegar a la futura víctima. Desgraciadamente esta no piensa rendirse.

Justo cuando la criatura alza los brazos para realizar una presa fatal, la joven de piel cetrina gasta sus últimas energías y se lanza a la espalda de la criatura saltando sobre su cabeza y evitando el abrazo mortal. Desde la espalda lanzando un grito desesperado se lanza a por su libertad, intentando alcanzar la exclusa, pero el agotamiento es excesivo, y la pierna derecha falla en el lanzamiento, desviándola de su rumbo e impidiéndola coger la altura necesaria para escapar.

Cae pesadamente, como un plomo contra el suelo, de espaldas y con la imagen de la exclusa justo delante de ella, alza la mano como si la pudiera alcanzar, como si estuviera cerca… pero está demasiado lejos. Es el final, ella lo sabe y suspira. Es algo que aceptas cuando naces aquí, tu muerte será horrible y miserable, pero dependían de ella y les ha fallado, suelta un par de lágrimas y se prepara para ser devorada por esas bestias que ahora forman un círculo alrededor, decidiendo quien dará el primer mordisco, mientras gruñen, patalean y vociferan.

Justo cuando parece que el más grande, y por lo tanto el líder, dará el primer bocado, un sonido metálico inunda la tubería, los engendros se quedan confundidos por el ruido y adoptan una actitud de miedo y defensa. Debajo del cuerpo exhausto de la joven se abre una trampilla de la que empieza a salir aire y que eleva el cuerpo sutilmente por el suelo. Los cazadores viendo como su presa se les escapa, elevándose hacia su salida, lanzan un ataque olvidándose del sonido metálico que sin duda es un ventilador que gira debajo de la trampilla que prácticamente, con la corriente de aire, permitirían alcanzar la exclusa a la joven. Mientras ve como los monstruos se acercan, no puede hacer otra cosa que estirarse inútilmente para alcanzar una salida todavía lejana. Una alarma empieza a sonar y vuelve hacer retroceder a las criaturas. Es una alarma vieja que avisaba del tránsito de agua por los conductor, pero ahora los conductos no llevan agua por lo que no tiene sentido que estuviera sonando, pero la distracción es suficiente para llegar a la exclusa y meterse por ella. No conduce a ninguna parte, pero es un escondite perfecto para aguardar hasta que los monstruos se vayan, cosa que no tarda en suceder, molestos por haber perdido a su presa y por la insistente alarma. Parece que la suerte la ha acompañado… una vez más.

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