Fue a su casa y allí, entre tanto guardia, estaban sus niños, abrazados por la señorita...por la señorita Rémington, la mujer de los servicios sociales. Era una mujer joven, pero su expresión era la de una anciana cansada de la vida, amargada. Parecía que no tuviera vida dentro de ella.
Parece que al final si que podría separarlos de ella. Erika se envalentono, su bruma se volvió de un color granate y elevó la mano con la palma abierta para intentar abofetear a aquella odiosa mujer. Pero su mano simplemente se volvió intangible cuando alcanzo su piel y se disperso nuevamente en humo, que rápidamente al separarse, volvió a tomar la forma de una mano.