Origen de la realidad. Capítulo 1.2 Despertar

Eric era amable, más que amable, era su ángel de la guarda, el pilar que la mantenía a flote y aunque no podría reconocerlo jamás, el amor de su vida. El se dio cuenta de su existencia cuando la vio sirviendo cafés en su empresa por un pedido que habían realizado, lo que jamás supuso cuando fue, es que acabaría prendada del director de la empresa, y ni mucho menos, que el acabaría tan enamorado de ella, como ella de él. Es la típica historia de cuento, pero sin final feliz. Él es un hombre de alta posición, destinado a casarse con la hija de otro director, de otra empresa, que ayudaría a que se fusionara con la de Eric.

Erika solo es un pasatiempo, él es una imagen de la cortesía que se comporta como un caballero con ella y sabe guardar las posiciones, nunca le ha pedido nada, pero ella si le pidió algo…..aunque sabía que era imposible, y solo dejaron testimonio de lo que ocurrió, unas líneas grabadas en su diario de la siguiente forma:

“Es raro en mi, que se produzca un momento de locura, tan grande, como para que pierda mi identidad, y cometa el que seria posiblemente el error más humillante de mi vida. La noche en que al final, después de tanto tiempo, le confesara mis sentimientos y me entregara a él.

Pensé que ahora solo nos quedaría comer perdices, pero simplemente, fue el golpe contra la realidad más duro que he tenido nunca. Por la mañana ni me despertó, se presento en su empresa y anuncio su compromiso con la heredera de la empresa a la que quería unirse. Mi mundo se derrumbó. Lo pase mal cuando mis padres murieron y me tuve que hacer cargo de la casa familiar, pero esto fue demasiado. Nunca le he pedido explicaciones de lo que pasó, aunque él ha intentado dármelas en varias ocasiones, no quiero saberlas. Al fin y al cabo, me vino bien la cura de realidad. Desde entonces, él ha pretendido ocuparse de nosotros, tal vez, como pago a su traición, o simplemente para poder dormir bien por las noches después de haberme usado como un trapo. Pero es más doloroso todavía que pretenda hacerse cargo de mí como una querida…..aunque muchas veces, él nos ha salvado de la desesperación. Que doloroso es, odiar tanto a la persona que amas, de la que dependes a un nivel emocional y económico inimaginable, convivir con ella y además tener que ponerle buena cara.”

Mientras las típicas heridas desgarraban su pecho coge los almuerzos de los pequeños y se los entrega, mientras están a punto de salir por la puerta con Eric

-Nero, ¿Vas a cuidar a tu hermanita? ¿Me lo prometes?

-Jo Erika, sabes que sí.

-Pero prométemelo.

-¡¡Sííííííí!!

Nero era un rebelde, pero sabía que podía confiar en él, porque no había nada que quisiera más en este mundo que a su pequeña hermana Lea. Erika abraza con fuerza a los dos.

-Erikaaaa no necesito que me protejan. –Dice Lea, mientras intenta zafarse del abrazo.

-Mujer, aprovéchate de que tienes un hermano fuerte y grande para protegerte.

-Solo es mayor que yo unos segundos.

-Chicos, despediros de vuestra hermana, que hoy llego al final tarde al trabajo.

Ambos movieron los brazos de un lado para otro, en señal de despedida y a Erika se le formo un nudo en el estomago producido por el pánico al verles irse….pero….¿por qué?

Lea ya era toda una señorita, Nero todo un caballero. Los estaba criando bien. Se paró un momento a mirarse en el espejo, cogió su café y fue directa a desplomarse contra la silla, hoy sus sentimientos estaban fuera de control. Puede que fuera Eric, pero ya estaba acostumbrada al desgarro emocional que se producía en su pecho cada vez que veía a ese aparente caballero, que escondía mucho más en las aguas profundas de su mar.

¿Había razón alguna para estar tan inquieta como estaba? Ella es una mujer práctica y una corazonada no puede dirigir su vida, metió sus inseguridades todo lo dentro que pudo de su mente y las selló con cientos de candados para bloquearlas.

-Debo ponerme en movimiento….eso me ayudara.

En pocos minutos ya había cogido su viejo coche, una pieza de museo que ya debería considerarse peligro público, por la falta de reparaciones, que más que le convendrían, las requería y se puso en marcha en dirección a su nuevo trabajo.

Se lo había conseguido Eric, como secretaria. Repartidora de cafés en empresas no mantendría la economía familiar, ni lejos a la de la seguridad social, pero al mismo tiempo era otro favor que debía a Eric.