Bienvenidos rondadores de las sombras de nuestros sueños.

Seguro que en este momento os estáis preguntando la finalidad de esta página.

Es sencillo, somos un grupo de soñadores que desean entretener al lector con sus historias y compartir sus mundos imaginarios con aquellos que deseen pasar un rato disfrutando de aventuras escritas por nosotros mismos.

Con la finalidad de pasarlo bien, os invitamos a que os adentréis a "Origen de la Realidad" y espero que nuestras historias te enganchen y nos veamos a menudo. Se bienvenido.

domingo, 25 de septiembre de 2011

La Compresión de Realidades-Cap.10:Ciudad de Pecado.

Habían oído mil veces cómo era, les habían contado historias, la Biblia lo explica en sus textos, lo habían visto en videojuegos, en películas, pero jamás habrían imaginado que el Infierno era tan sumamente cotidiano y a la vez tan horrible. Las enormes calderas del fuego eterno no era más que un mito, las cavernas interminables eran enormes rascacielos, los Demonios parecían perfectamente humanos la mayoría. Allí estaban, en el Infierno y sin embargo les daba la sensación de encontrarse en una ciudad como Nueva York.

La noche aquí es eterna, la ciudad nunca duerme. Los Demonios aquí se matan cada día, o se alimentan de otros, o fornican entre ellos, daba igual el lugar. La corrupción y la decadencia estaban a la orden del día, y sobre los enormes rascacielos, en contraposición con el resto de la ciudad, se elevaba un enorme castillo hecho completamente de obsidiana, mucho más alto que cualquiera de los demás edificios. Las torres estaban adornadas por todo tipo de figuras de aspecto demoníaco, o al menos ese es el aspecto que los jóvenes intrusos consideraban que debía tener un Demonio. Seres terroríficos, con cuernos y alas de murciélago observaban impasibles el mundo oscuro que tenían debajo.

Este refugio era de Albel y les vino de perlas para poder investigar y ocultarse. Allan estaba observando desde el enorme ventanal del ático en el que se ocultaban él y sus amigos. No importaba donde mirara, todo era horrible. Lo menos brutal que ocurría en esos momentos era que un grupo de Demonios, vestidos como si fueran una panda de motoristas de poca monta, estaban dando una brutal paliza a un pequeño Demonio con aspecto de niño. Tenía el pelo corto y rojizo y estaba bastante sucio, sólo vestía unos pantalones vaqueros azules y tenía el torso lleno de moratones por la paliza que estaba recibiendo. Allan cerró los puños para contener la ira, querría ayudarle pero no debían llamar la atención por el momento. No habría hecho falta intervenir. Allan observó cómo dos alas de color rojo sangre brotaban de la espalda del chico y empezó a levitar por encima de los atacantes. Con un solo movimiento de su mano, el grupo de Demonios ardió hasta la muerte.

El niño volvió a tierra firme y sus alas desaparecieron. Pareció asustarse de lo que había hecho, pues en cuanto vio los cuerpos calcinados de los agresores echó a correr. No debían fiarse de nadie… ni siquiera de los niños. Allan recordó que Albel les explicó que los Ángeles y los Demonios no son como piensa la gente de a pie. Tienen sexo y pueden concebir de manera normal. Lástima que un niño tenga que nacer en un lugar así, cuando lo más seguro es que su nacimiento fuera fruto de una violación y que su madre ya estuviera muerta hace tiempo. No podía soportarlo, tenían que acabar lo antes posible sus asuntos aquí.

En ese momento se oyó el timbre del ascensor y las puertas se abrieron dejando paso a Chris y Rass. Parecían agotados, Rass se dejó caer en el enorme sofá de piel y Chris fue directo a la ducha.

-¿Qué tal ha ido?- preguntó Allan.

-Pues dado que ni siquiera nos hemos podido acercar al objetivo, no muy bien.

-¿Qué ha pasado?

-Que una panda de Demonios no nos ha dejado pasar, y después de media hora de lucha decidimos dejarlo para otro momento, ya hemos llamado demasiado la atención.

-Y más que la vamos a llamar.

-¿Por qué?

-Fui a hablar con el tal Garret del que nos habló Albel. Realmente era un tipo extraño. Su grupo controla la casi totalidad del sector oeste, pero parece ser que otro grupo le está dando problemas. Según dice han contratado a dos mercenarios bastante fuertes. Lo que me pidió fue que le ayudáramos con esos dos y que del resto se encargaba él. Por supuesto a cambio nos dirá lo que queremos saber.

-Fantástico, ahora somos matones a sueldo.

-Bueno, sólo dos de nosotros. Si contratara a más él quedaría como un cobarde, o eso piensa él. Así que tendremos que decidir quiénes de nosotros irán. Los otros dos que sigan investigando por su cuenta, que por cierto, ¿dónde está Xardin?

-Dijo que quería investigar un poco las proximidades del castillo de obsidiana- dijo Chris mientras salía del baño con el pelo mojado y ya cambiado de ropa.

- Entiendo, bien esperaremos a que vuelva y haremos planes entonces.

Cualquiera podría pensar que un castillo enorme en medio de una gran ciudad tendría varios huecos por donde poder colarse. Xardin pensó lo mismo al ver lo débil que era la seguridad dado que sólo vio un par de hombres custodiando la puerta principal. No parecían gran cosa aunque a la vez no eran como los demás Demonios. Estos eran disciplinados y tranquilos, ni siquiera hablaban entre ellos. Mantenían una postura erguida y con las manos a la espalda, llevaban largas túnicas negras con un símbolo que Xardin no llegaba a distinguir en color jade sobre el corazón; bajo las túnicas podía ver una armadura ligera negra, botas altas de cuero y uno de ellos llevaba una espada colgada al cinto y el otro llevaba un enorme rifle a la espalda. Sus cabezas estaban tapadas por capuchas y su rostro por una máscara metálica que dejaba al descubierto los ojos.

Xardin continuó bordeando el castillo pero no encontró ni un solo hueco o siquiera una ventana por donde poder colarse. Trepar para llegar a las torres tampoco era una opción, pues la superficie era absolutamente lisa. O entraba por la puerta principal o iba volando hasta arriba y Xardin lo de volar no acababa de dominarlo precisamente. Decidió que de momento lo dejaría correr y volvería con los demás pero cuando se iba a dar la vuelta sintió que algo lo golpeaba en la cabeza y luego todo se volvió negro.
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Despertó colgado de los brazos por cadenas. Se encontraba en una enorme sala llena de todo tipo de instrumentos de tortura, hecho que no lo animaba demasiado. Las paredes eran de obsidiana por lo que dedujo que estaba dentro del castillo. Frente a él había un hombre alto pero bastante gordo, que vestía la túnica que había visto a los Demonios de la entrada. Sus ojos eran rojos y el iris completamente negro, apenas tenía pelo en la coronilla y lo que le quedaba lo llevaba recogido en una coleta y lucía una sonrisa con afilados dientes y todos amarillos.

-Vaya, vaya. ¿Qué tenemos aquí? ¿Has dormido bien? Perdona que mis hombres hayan sido tan rudos contigo, pero como parecía que tenías muchas ganas de entrar aquí les he dicho que te invitaran cortésmente.

-Oh, gracias por la invitación. Aunque la verdad esperaba más de este castillo. No sabéis nada de decoración.

-Lo siento, es que no nos quedan habitaciones libres, por lo que hemos decidido traerte a las mazmorras del subsuelo. ¿Sabes? Me pregunto qué razones puede tener un Demonio mediocre como tú para entrar aquí cuando es de sobra conocido que está prohibido acercarse a las inmediaciones del castillo.- pensaba que era un Demonio, bien al menos no la había fastidiado demasiado… salvo por el hecho de que estaba encarcelado.

-Buscaba a mi gato, ¿no ha pasado por aquí?- el enorme hombre le propinó un fuerte puñetazo en el estómago.

-Tu insolencia empieza a ser cargante. Pero es agradable ver a alguien con agallas por una vez en este castillo. Dime, ¿qué tal se te da usar esto?- le mostró las pistolas que le dio Albel.

-Puedo hacerte una demostración si quieres.

-Eso es exactamente lo que quiero que hagas chaval. Aquí en el Castillo no somos tan malos como los demás piensan. Si quieres salir de aquí puedo meterte en la Arena, solo tienes que contarme por qué estabas merodeando por aquí. Sólo hay dos formas de salir de aquí, muerto o saliendo victorioso en la Arena y la participación suele estar muy restringida, pero yo puedo meterte.

-¿Y por qué harías eso?

-Me gusta disfrutar de buenos combates y creo que tú podrías dar mucho juego, ¿qué me dices?

-Supongo que quieres utilizarme para apostar.

-Algo así.

-Bueno, luchar a cambio de mi libertad. No me parece un mal trato.

-Pero primero tendrás que decirme qué hacías aquí.

- De acuerdo…

1 comentario:

  1. Araneth, esta frase: "Aquí en el Infierno no somos tan malos como las demás razas piensan." no tiene mucho sentido si piensa que Xardin es un demonio... ya tendría que saber como son las cosas en el infierno, ¿no?

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